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Dirigiendo equipos de clase mundial

PorBen Schneider - 19 / 01 / 2015

 

Se ha escrito mucho sobre cómo mejorar la gestión de empresas y para ello se han desarrollado técnicas de planeamiento estratégico y de mejoramiento contiguo. Otros han aplicado las formulas de “Calidad Total”, “Lean” o “Six Sigma”. El problema es que los competidores han seguido estrategias similares y la globalización y las tecnologías de información han derribado fronteras y generado un entorno altamente competitivo donde la obsolescencia se acelera y el porcentaje de fracasos se eleva peligrosamente.

¿Cómo puede uno diferenciarse entonces? ¿Cuál será el secreto para surgir en un contexto tan complicado? La carta ganadora podría ser un concepto que no es novedoso, que parece obvio pero que a la vez es muy difícil de lograr. Se trata de conformar grupos de trabajo de clase mundial y saberlos liderar e inspirar. El McKinsey Quarterly ha tratado este tema desde varios ángulos y sostiene que los equipos ganadores desarrollan altos niveles de confianza que los lleva a un estado de grandeza. Para lograrlo se debe en primer lugar, minimizar errores. Para ello, cada miembro tiene que ser ducho en lo que hace. En segundo lugar, los equipos de clase mundial no solo persiguen la victoria, sino que arrollan con su accionar a sus oponentes.  

Para alcanzar un estado de grandeza se requiere visión. Tener una visión no es lo mismo que tener objetivos claros. Todo equipo tiene objetivos, estos son generalmente  racionales. Pero la visión posee una dimensión emocional fuerte. La visión conducirá a los equipos a mejorar su performance y eventualmente a acercarse a la perfección. Pero así como se requiere una visión, los miembros de un equipo ganador también requieren incentivos claros, lo que proveerá la energía necesaria para cada mañana, entregar lo mejor de uno mismo.

Un segundo ingrediente para alcanzar el estado de grandeza, es contar con habilidades. Lograr un equipo ganador no se obtiene reuniendo a estrellas, se requiere complementariedad y sinergias, y para ello hay que reunir especialistas. Sin embargo, los equipos de clase mundial, logran gradualmente que los especialistas se conviertan también en generalistas y eventualmente, cada miembro en un líder en potencia.

Un tercer elemento para lograr el objetivo trazado, es el “descontento crónico”. Esto se refiere a la permanente actitud hacia aprender más, evitando en todo momento la complacencia, e incentivando la autocritica. Para lograr equipos con grandeza se requiere de mucha disciplina. Sin orden y sin interiorizar normas, no es posible avanzar.

Por último, está la dimensión política. No me refiero a manejar grupos de interés o neutralizar oponentes, sino a comprender el manejo de cada miembro del grupo. Cada colaborador exitoso tiene generalmente una personalidad fuerte y también el ego muy desarrollado, situación que genera conflictos. Un factor clave es reconocer esta realidad y aprender a enfrentarla. Aquí se ve la calidad del líder. La primera responsabilidad de éste es no estorbar. Es increíble cuantos lideres se entrometen en el trabajo del grupo y lo degradan.

Liderar con valores es fundamental. El líder de un equipo de clase mundial siempre orienta y mantiene el foco.

Cuando los grupos de clase mundial logran prevalecer a lo largo del tiempo, se convierten en instituciones y una institución de clase mundial es la comprobación que el estado de grandeza existe.