Casarme y tener hijos (niño y niña 6 y 2), me ha ayudado a ver la vida de otra manera y aprender de ellos , tener tranquilidad y calma y a la vez estrés, tensión, también ayuda y te prepara para el trabajo.

Viajar siempre me ha enseñado a conocer diferentes culturas y a respetarlas. Todo camino conlleva un aprendizaje donde puedes extraer lo mejor de cada sitio y aplicarlo en el día a día. Aprender en los viajes de los demás es simplemente un privilegio.

Aprender es también caerse y volverse a levantar: tras irme a estudiar a Pekín, tuve que volver a España con mucho tiempo y dinero perdido en un plan que no resultó como esperaba. Gracias a ello aprendí a no tener miedo a fracasar porque hasta de los errores se aprende!

Cada año presenciamos un maratón Extremo de montaña, porque participan dos familiares. La satisfacción que reflejan sus rostros, tras más de 42 km, al cruzar la meta es indescriptible. Cada año se nos saltan las lágrimas al verlos llegar. Sin sacrificio no hay recompensa.

A lo largo de mi vida he aprendido a no rendirme, por muy dura que resulte y aunque me haga caer, solo es momentáneo, porque inmediatamente me levantaré. La perseverancia y la resistencia son fundamentales, porque no hay que tirar la toalla ni al salir de la ducha.

El aprendizaje es continuo, cambiante, sorprendente y reflexivo. Aprendemos de lo que nos rodea en la medida en la que sacamos moralejas y prestamos atención. Los niños son un buen estímulo para aprender de ellos; la espontaneidad que transmiten es nuestra mejor lección.