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Al final, lo que importa es la identidad

En las sociedades preindustriales, quién era quien se resolvía a una escala muy local, las personas quedaban circunscritas en aldeas o pueblos, y su identidad era resuelta por su origen, profesión o característica fundamental (hijo de, carnicero, o tonto del pueblo). Bajo una perspectiva actual, el problema de la identidad ya existía, pero era muy pequeño y con pocas implicaciones. La identidad, es decir, comprobar que eres quien dices que eres, era una actividad que podía realizarse mediante documentos en papel (registros parroquiales), y pocas veces era realizada durante la vida del individuo medio. No se realizaba porque no era necesario, el modo de vida preindustrial no necesitaba una constante reafirmación de la identidad de la persona.

Pero este proceso de progresivo aumento de las necesidades de corroborar la identidad de una persona, que ha sido gradual a lo largo de la historia, se acelera de manera significativa con la industrialización y el crecimiento de las ciudades, en este momento aparecen las fábricas, sitios donde hay muchos trabajadores juntos, de diferentes orígenes, y aunque sólo sea para poder pagar el salario, hay que conocer tanto al empleado como al empleador. Pero según se ha ido desarrollando la sociedad actual, con la aparición del las clases medias, han seguido creciendo las necesidades de reafirmar y corroborar la identidad de la persona. Y han sido las entidades bancarias quienes han liderado este proceso al aparecer las vinculaciones a cuentas, y las redes de pagos, en un primer lugar con pagos basados en instrumentos de papel (donde un cheque identificaba a un pagador y a un pagado), y posteriormente con los instrumentos electrónicos, como las tarjetas de crédito, donde la tarjeta identifica a la persona que la posee. La identidad está garantizada por entidades: empresas o gobiernos.

Desde un punto de vista de un individuo, el problema de identidad se resuelve de una manera sencilla, una vez que un banco te conoce, emite un documento en donde se reafirma tu identidad, ese documento además se usa para asegurar y garantizar los pagos que realice ese individuo. Pero la cosa se complica un poco, ya que normalmente esa tarjeta no asegura fehacientemente y con total seguridad la identidad del individuo que la porta, y por tanto suele ser necesario una identificación cruzada de la identidad. En los países desarrollados estos garantes adicionales suelen ser los gobiernos (ministerios del interior en Europa y la mayoría de los países, y los departamentos de tráfico en Estados Unidos). El ejemplo más claro es un pago en un comercio, hasta antes de la introducción de PIN en las tarjetas, era costumbre enseñar la tarjeta de crédito (el banco es garante de tu identidad), y un documento de identidad (donde un gobierno era garante de identidad). Mediante este proceso, una persona podría afirmar ante un tercero que era quien decía ser, y gracias a ello realizar un pago minimizando el posible fraude.

Justamente es ahora, que este modelo encuentra sus limitaciones, aparece Internet con nuevos negocios, y como canal de los tradicionales, todos tenemos docenas de ID y contraseñas, un Apple ID que nos permite descargar apps, una cuenta en facebook, y unas claves de la banca por internet. Y en todos los casos esas compañías tratan de ser nuestros garantes de identidad, en unas nuevas circunstancias que no existían hace 30 años. Parece claro que estamos en un punto de inflexión en la gestión de la identidad personal, está claro que el sistema se está volviendo complejo, y por qué no decirlo, estamos ante una nueva oportunidad de repensar nuestros sistemas de identidad: ¿porqué una persona no va a poder mostrar el grado de identidad adecuado para circunstancia? ¿Quién tiene un mayor interés en que seamos quien decimos ser? ¿Acaso no es una gran oportunidad para la banca el proveer de una prueba de identidad compleja?